Han pasado diez años.
Lo sé porque recuerdo cuándo empezó todo y quienes lo provocaron... aunque ya no me importen.
Han pasado diez años, el salón vuelve a llenarse de humo de menta.
Las piedras blancas son las mías, y van sumando ansiedades en la arena cada vez que me acerco a preparar más té para ahogar el domingo, más té.
Han pasado diez años.
Entonces acababa de volver a Madrid (como ahora), la casa era nueva (como esta) y el futuro incierto (...), pero aún no sentía sobre mí el peso de tantos errores.
Nada menos que diez años, Oruga.
Solo el fénix se eleva
y ya no desciende.
Y todo cambia.
Pero nada se pierde.