La ansiedad se parece a un infarto: disminuye de golpe la afluencia de oxígeno al corazón.
Hay un gato muerto, boqueando en el suelo de la terraza, que se levanta para que lo acaricie. Se acerca a la puerta de cristal y maúlla, pero no puedo oírlo. Hay demasiado ruido dentro o demasiado viento fuera. Y sé que no he cumplido mis promesas, y que deberían ser tres los que reclamasen ante mi ventana, pero sólo hay un gato naranja maullando en la terraza, boqueando en el vacío, purgando mis pecados.