Hay un pájaro muerto en el rellano de la escalera.
Lo primero que he pensado: "estos pequeños cabroncetes lo han dejado ahí para joderme".
Se nota que estoy a la defensiva. O, como dice mi vecina del segundo, que estoy cabreada con el mundo.
Luego pienso que en realidad puede ser culpa mía. No la venganza de los pequeños cabroncetes, sino la muerte del pájaro.
Parece una urraca, enorme con su frac negro, y tanto las escaleras como la barandilla del rellano está lleno de cagadas. Así que llegó hasta aquí viva. Así que descartado lo de los niños, no veo yo a estos pijillos capturando vivo a un pájaro... vamos, ni de coña son estos capaces de pillar una urraca viva.
Está aquí, en la última planta, porque soy la única maniática del bloque que abre la ventana del rellano de la escalera.
Ha muerto porque abro esa ventana todas las noches para refrescarme.
Ha muerto porque, con el golpe de calor, he dejado de abrirla durante tres días.
Ha muerto por simple egoísmo térmico.